jueves, 30 de septiembre de 2010

Una fiesta Triste


Una persona anónima celebra junto a su familia la víspera del año nuevo un 31 de diciembre en su casa quinta de la ciudad de Pilar. Minutos previos a las 00:00 hs decide llamar a la hora oficial para que el operador automático le haga saber el momento exacto del comienzo del nuevo año a fin de realizar el brindis familiar, para que todos los demás puedan también saberlo este anónimo pone en altavoz el teléfono. Todos celebran su atinada acción y esperan ansiosos el momento de éxtasis y algarabía que representará el anuncio de las 00:00 hs, los minutos corren y cada diez segundos la operadora automática anuncia una nueva hora. Veintitrés horas, cincuenta y ocho minutos, diez segundos; Veintitrés horas, cincuenta y ocho minutos, veinte segundos; Veintitrés horas, cincuenta y ocho minutos, treinta segundos…. anuncia la operadora y todos gritan en coros de limitado contenido intelectual los horarios acompañando a la operadora, hasta que ocurre lo inesperado: “¿¿¿qué carajo gritan??? ¡ ¡ ¡La concha de su madre!!!”. Los celebrantes miran estupefactos el teléfono. “Si, son unos forros, estoy re podrida de este laburo del orto, no estoy grabada, no soy automática, soy una inmigrante boliviana, que trabaja en forma esclavisante y que encima tengo que hablar entrecortada para hacerles creer a ustedes que soy una vos grabada, y lo peor de todo es que me toca laburar hoy, justo en año nuevo y escucharlos a ustedes pelotudos de mierda, festejando, que angustiante, ojala tengan un año de mierda, métanse la sidra y el pandulce bien en medio del orto…. Tu-tu-tu-tu-tu-tu……”. El sonido intermitente repico en la sala, afuera los fuegos artificiales iluminaban la noche de un nuevo año, pero el anónimo y su familia no tenían nada para celebrar, esa noche se había arruinado.


Extracto del libro “Fiestas truncadas por ciertos hijos de puta” de Gabriel García Márquez.

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