sábado, 17 de octubre de 2009

Juan Carlos Superman, alias el Negro - Cuarta entrega


Gracias a mi trabajo en el circo, además de conocer numerosas enfermedades propias del hacinamiento, incluidas algunas que solo tienen los leones, también pude conocer muchas ciudades de lo que ustedes argentinos llaman "interior", y tambien un país que según el dueño del circo era como estar en uno  del primer mundo: Paraguay, a mi no me parecía nada del primer mundo, yo estuve en el primer mundo, en Holanda para ser preciso, dos veces, las dos fuí deportado, y Paraguay no se comparaba en nada, las chozas de mi aldea eran mas limpias.

En una de las numerosas giras que realizó el circo, conmigo atado con un grillete en el tobillo a un poste, muy cerca del león, situación que me tenía bastante cansado, pero el dueño del circo seguía deciendome que era por mi seguridad, que en la ciudad había gente que raptaba negros como yo para exclavizarlos, hasta inlcuso prostituirlos, esto ultimo para mi no era gran cosa, en el viaje desde Africa, cumplia mas o menos la misma función, excepto con el capitán, al cual le daba murra sin parar... murra, que palabra tan simpática.

Recorrimos varias ciudades, todas pequeñas, con un publico que seguramente no había visto muchos espectáculos en su vida, porque estaban totalmente maravillados con la llegada del circo, hacian cola para sacar sus entradas. Yo creo que no hubieran estado tan contentos si hubieran sabido que mientras estaban viendo el espectáculo, varios de los empleados del circo iban a sus casas y las desvalijaban, por algo nunca volviamos al mismo pueblo.

Cuando llegamos a una de estas ciudades de las cuales les cuento, tuvimos la desgracia que el leon dijo basta y estiró la pata. La verdad es que me puse muy triste, porque a pesar de sus insaciables ganas de comerme, era un buen leon, muy dócil, mucho mejor que los terribles leones de la selva africana, a los cuales no se les podía confiar nada, a penas te dabas vuelta y ya salian con uno de tus hijos en la boca, es así como de los trienta hijos que tuve, solo me quedaron cinco, un buen numero, considerando el precio de los alimentos en Africa. Entonces, al morir el leon, quedó una especie de bache en el show, y fué así como mi carrera en el circo ascendió rapidamente, de alimentador de felinos a trapesista profesional, lo de profesional era una mentira, nunca en mi vida hasta ese momento me había subido a un trapecio, no sabía lo que era, y nunca había estado a mas de tres metros sobre el nivel de la tierra, por lo que fué una de esas situaciones en las que sentí un poco de miedo.

Si quería subir al trapecio y hacer una demostración mas o menos decente y sobre todo creíble, tenía que practicar, eso le dije al dueño del circo, quien junto al enano, que era el reemplazo del anterior enano, misteriosamente desaparecido en la jaula del león. Entre los dos mas o menos me dieron las pautas básicas para ser un buen trapecista: equilibrio y una sonrisa constante en la boca, nada mas que eso. Como el dueño del circo veía que yo no avanzaba y que tenía miedo a las alturas, como motivante -según sus palabras- empezó a amenazarme con no darme de comer, cosa que se acercaba bastante a la realidad, ya que era bastante poco lo que comía, siendo que la mitad lo robaba. Así que esa amenaza no hizo efecto. Al ver eso, sacó el "látigo para domar bestias", y como yo era visto como una vestia, descargaron toda su furia en mi espalda. Los africanos, como habrán leido en sus libros de historia y algun otro, siempre fuimos esclavos, incluso de esclavos de gente de nuestro propio color, y el látigo era una de las erramientas que usaban para someternos; mi espalda con 32 años de edad, ya había perdido toda sensibilidad, por lo que las descargas que efectuaba el hombre del circo con su ridículo látigo no hacían otra cosa que sacarme sangre de la espalda, por lo que mi técnica en el trapecio no mejoró. Al final, su paciencia se terminó y pelo la .45, después de dos tiros que pasaron muy cerca de mis rodillas yo era los mas parecido a esos chinos en el arte del trapecio, digamos que fué un gran motivante no perder la vida.

Mi demostración estuvo bastante bien, salvo que la final, di dos vueltas en el aire y caí sobre el enano, destrosansole al espina dorsal, murió bastante rápido, por lo que le pudimos dar una sepultura bastante decorasa junto con el leon, en el mismo pozo, en el basurero del pueblo que estabamos vistando, -es para ahorrar- dijo el dueño del circo, -ademas los enanos no tiene familia, son como los duendes-, como nunca habia conocido a un enano, lo creí.

Así fué como dejamos un nuevo pueblo, con un león y un enano menos, enano que disfrutaba el sexo sin lubricantes, se los digo por experiencia... que enano tan zarpado.

Hasta el proximo relato.

El Negro

No hay comentarios:

Publicar un comentario